El Sheriff más carismático y amado.
octubre 3, 2012 § Deja un comentario
Me desperté con tu llamada. Eran las dos de la mañana. Tal vez. Me sorprendí descubrír que ya estaba dormida a esa hora, y el teléfono sonaba.
-» El pueblo de zapatos era un lugar tranquilo, donde vivía muy feliz el calzado multicultural de diferentes números y formas…»- Y me asusté. Era tu voz, pero hacías efectos de viejito ermitaño. -«El sheriff ‘Boot’ era el encargado de resguardar la tranquilidad del pueblo, pero a los Hermanos ‘Huarache’ les pareció un buen día para llevar acabo el gran golpe.»
«Era un asalto a la tienda de agujetas que tanto habían planeado. Pero el Sheriff era mas listo que ellos y se les había adelantado, montando su herradura llego con anticipación a la taberna, que estaba frente a la tienda. Llegaron presurosos los Huarache y sacando sus piedras (si, de esas famosas piedras en los zapatos), entraron y amagaron al Zapato de Ante, tomaron las agujetas y secuestraron a la hermosa Zapatilla, hija del dueño de la tienda. El Sheriff se encontraba demasiado ocupando jugando póker así que olvidó su importante misión, mientras, los Hermanos Huarache subieron a sus herraduras y escaparon, pero el grito de la hermosa Zapatilla hizo recordar al Sheriff por qué estaba ahí. Pronto, abandonó el juego, montó su herradura y persiguió a los Hermanos Huarache; subiendo al Monte de los Reparados, el Sheriff se horrorizó ver por el camino peligrosos clavos, lengüetas y tacones, pero el Sheriff valientemente siguió despacio los pasos de los bandidos. Cuando llegó a su escondite, cargó su revolver cautelosamente (si, de las mismas piedritas). Derribó la puerta de una taconazo y antes de que pudiera lanzar la primera piedra, todos gritaron «¡Felicidades!». ¡Era una fiesta de cumpleaños sorpresa para el Sheriff mas carismático y amado de todo el mundo! Fue fantástico, había cepillos, lo bolearon y pulieron. Fue la mejor fiesta que jamas hubo en el pueblo. Fin.»
En realidad eran las cuatro de la mañana, había soñado que llamabas y comenzabas con esa locura de zapatos sin un hola de por medio. Aun tenía los audífonos puestos; Karen O cantaba en el repoductor.
Y pensé que tal vez era mejor que no imitaras a los viejos ermitaños.
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